domingo, 15 de febrero de 2009

2ª Parte

El entablar conversación alguna le resultaba bastante complicado. La gente parecía esquivarlo. Un hombre flaco, de gran estatura, pelo corto, bigotes, barba, remera blanca para espantar el sol, y un short que le hacia juego con las medias cortas que llevaba en los pies, se notaba que no era oriundo del lugar. Y no solía haber turistas, así que esto resultaba extraño para los pueblerinos.

Ya habían pasado varias horas el sol se perdía entre los árboles, a lo lejos. Las pocas casas comenzaban a apagar sus luces y jorge debería buscar en donde pasar la noche.

Un hombre le pudo señalar una pequeña casa, ubicada en una esquina, donde la dueña tenía una pieza y por unos pesos le podía alquilar.

Esa noche, en la cabeza de Jorge sucedían tantas cosas, el cansancio, la ansiedad, la presión que el mismo se daba por encontrar el pueblo de su abuela, hacían que no pudiera dormir al fin logro encontrar el sueño.

Ya era el segundo día de estadía en el lugar, y las esperanzas se le escapaban como la arena entre sus dedos.

Pudo dar con el cementerio más antiguo del pueblo. Busco y busco, pero no pudo encontrar ningún indicio que diera, al menos con algún familiar lejano.

Luego se le ocurrió ir al correo y buscar listas viejas, o cartas, esas que habían quedado perdidas por la guerra, y tampoco pudo descifrar nada.

La plata comenzaba a escasear, y Jorge parecía rendirse.

Caminaba por la calle, cuando una mujer en bicicleta se detuvo al lado suyo, y pudiendo entenderse, ella le pregunto si estaba perdido, si necesitaba algo.

Como serán las cosas de la vida, llamémoslo casualidad o causalidad, que esa mujer pudo indicarle en donde se encontraba el lugar que jorge buscaba. Ya no se llamaba de la misma forma y no se encontraba muy lejos de donde estaban parados. Así que Jorge decidió dejarle un recuerdo, un prendedor que llevaba siempre. Eran dos banderas unidas, una argentina y una alemana. La había adquirido de uno de esos marineros que conoció, cuando su abuela lo llevaba al puerto. Decidió que era lo mínimo que podía hacer en forma de agradecimiento para con esa mujer.

La ansiedad por llegar, hizo que este allí ese mismo día. Claro, como bien la mujer le había dicho, no solo cambio el nombre del lugar, si no que también las calles, las casas y todo el pueblo en si.

Se notaba que intentaron reconstruir lo que se había perdido, pero la guerra había dejado grandes marcas, y el pueblo se notaba que era muy pobre.

FIN.
Candy.

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